
Escucha esa noche.
No puedo recordar bien el día en el que te perdí.
Todo está tan borroso…
Sé que todo estaba bien. El tiempo pasó, pero yo logré mantener conmigo tus preciosos ojos muertos. Mi vida, antes horrible y sin chiste, había tomado un nuevo significado. Sabía que siempre que pudiera perderme en tu mirada vacía, todo estaría bien.
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Hasta que tus ojos comenzaron a iluminarse, y todo terminó para mí.
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–¿A dónde estabas?– Te pregunté una noche, fingiendo desinterés, mis ojos fijos en la pantalla de nuestro televisor.
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–Conseguí el laburo.– Me dijiste, pero algo no estaba bien, las cosas no habían estado bien desde hacía semanas. –Mis compañeros de trabajo son re buenos, no sabes, me invitaron al cine este finde.– Sonabas extraño, no me gustaba, ¿Por qué? ¿Por qué estaba esa asquerosa vivacidad en algo que me pertenecía? –¿No querés venir? Seguro les caés bien.
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Quería vomitar.