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Escucháme.

El cielo se está cayendo.

​

Puedo ver como la luna sangra sobre el infinito lienzo negro; está siendo devorada por los astros, y nadie más que yo puede escucharla gritar.

​

El cielo se está cayendo, y me está persiguiendo.

​

Mis piernas flaquean un poco más con cada paso que doy. No estoy corriendo, pero podría jurar que el sonido del pasto quebrantándose sobre pisadas desesperadas me pertenece. No estoy corriendo, pero puedo escuchar mis latidos y mi respiración retumbar, llenando el cínico silencio de la noche. No estoy corriendo, pero mi sangre amenaza con explotar mis venas y desbordarse por los poros de mi piel.

Recuerdo bien los días en los que estabas conmigo. Vos.

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